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© 2025 David Salcedo #LaAlianzaPorNariño

Esencia
Hace poco decidí aceptar una amable invitación realizada por parte de mis amigos, compañeros de colegio y varios vecinos de los barrios Totoral, San Vicente, José Antonio Galán y Camilo Torres, entre otros sectores populares de Ipiales, donde viví mi infancia y adolescencia.
Mi motivación principal al aceptar fue el hecho de no perder una única e irrepetible oportunidad para representar a quienes, con tanto cariño, me habían invitado, manifestando libremente lo que un ciudadano del común puede estar sintiendo por estos días.
Ya en el lugar acordado, y un poco tarde con respecto a la hora prevista, consciente de que estaba incursionando como expositor en espacios de esta índole y de tan vasta amplitud —arquitectura tipo hangar, atiborrado de color, música, banderas, invadido de miradas ansiosas pero oídos y atención dispersos, solamente cautivables por animadores y arengas estruendosas—, de inmediato empecé a preguntarme si me encontraba en el lugar correcto...
Esa experiencia, fue una oportunidad para compartir parte de mi esencia:


UNO
De inmediato, mientras concluía disperso y ensimismado en mi pensamiento que definitivamente aquel espacio, aquel ambiente, ese lugar de dimensiones majestuosas, parecía más un coliseo romano del discurso que aquella aula de clase con la cual he convivido los últimos dieciocho años de mi vida como docente universitario, y en medio de un momentáneo y apacible silencio, escuché estruendosamente mi nombre. La razón por la cual había aceptado la invitación dos días antes para aquel sábado 2 de agosto de 2026 requería de mi presencia en el frente del colosal auditorio.
En ese momento entendí que no podía pretender igualarme al estilo de los dos discursos políticos que había escuchado previamente. Acepté que el nerviosismo invadía todo mi ser y que estaba en ese preciso punto de no retorno por una decisión de vida tomada escasas semanas atrás.
Escuché mi nombre retumbar en aquel sitio por segunda vez y comprendí que debía subir a la tarima. Me levanté de mi silla, miré fijamente a mi esposa Carito y a uno de mis gemelos, Carlos Daniel, pensé en Juan David y besé a mi hijo menor, Jerónimo, con el amor y el sentimiento de una despedida por un viaje que se emprende y del cual no se sabe destino ni día de retorno.

DOS
Ya en la tarima, desde arriba, me di cuenta de la inmensidad del lugar. Una vez agarré el micrófono, tardé alrededor de treinta segundos en romper el silencio.
En ese lapso, muy al fondo y de pie ante la escasez de sillas, casi junto a la pared, pude ver a mis compañeros del colegio, a quienes reconocí porque vestían la chaqueta de nuestro glorioso Colegio Nacional Seminario.
Un gran amigo, el maestro Luis —con quien un par de meses atrás hicimos una obra de ingeniería social más que de construcción— estaba sentado junto a su esposa en las primeras filas del costado izquierdo y, en la parte derecha, también en las filas frontales, reconocí después de cuarenta años a mi vecina del barrio Totoral, doña Anita.
Mi escasa experiencia en auditorios políticos no me permitió tener la precaución de grabar las palabras que mencioné y por las que, en días posteriores, me preguntan mis amigos de Nariño. Afortunadamente, como profesor universitario que dedica tiempo a preparar su clase, había escrito el borrador de lo que sería no un discurso, sino una breve cátedra de no más de quince minutos.
Ya tenía claro que lo mío no iba a ser un discurso político, pues evidentemente
yo no soy político de profesión.

TRES
Lo que tenía preparado para la ocasión era una cátedra sobre valores ciudadanos y cómo la pérdida de estos en la sociedad afecta negativamente el comportamiento y las decisiones políticas.
A continuación, quiero compartirle a usted, estimado lector, un resumen de mi primera cátedra ante aproximadamente tres mil paisanas y paisanos ipialeños, a quienes, con mi voz más ronca que de costumbre a causa de los nervios que me invadían, les aclaré que, siendo un docente universitario, un ciudadano común y corriente, un amigo del barrio, lo que iba a decirles no era un discurso político, sino un mensaje y un reclamo ciudadano que me nacía del corazón.
"He acabado dándome cuenta de que, en determinados contextos,
el discurso es una forma de acción que puede tener consecuencias
trascendentales para la sociedad".
JOSEPH E. STIGLITZ

"RECUPERANDO LOS VALORES PERDIDOS DE LA SOCIEDAD"
El próximo 8 de marzo de 2026, los nariñenses vamos a acudir a las urnas. En ese instante, antes de marcar su voto, los invito para que nos hagamos dos preguntas: ¿Qué tipo de sociedad es la que queremos construir? y ¿Quiénes deberían llevar a cabo esa construcción?
Las cosas no están bien en ningún rincón de Nariño: nuestros niños, jóvenes, hombres y mujeres, nuestros viejos, todas las personas en su diversidad, continuamos sufriendo problemas de corrupción, inseguridad, salud, educación, desempleo, infraestructura, exclusión, etc. En este escenario, respondiendo la primera pregunta, creo que para que tengamos una mejor sociedad, en la cual lo más importante sea la defensa de la vida y el mejoramiento de las condiciones de bienestar para todos, debemos reaprender los conceptos básicos de algunos valores morales que han regido la vida de las personas desde los cimientos de la sociedad.
Pensemos inicialmente en la libertad desde dos puntos de vista. Primero, comprendiendo que no somos tan libres como creemos o nos han hecho creer; y segundo, entendiendo que creemos tener la libertad para decir o hacer lo que se nos venga en gana sin pensar en cómo estamos afectando a los otros.
Vivimos en un sistema que nos ofrece muy pocas opciones para escoger libremente nuestro proyecto de vida: no tenemos la libertad de vivir sin miedo, no tenemos libertad económica ni libertad política, y en muchos rincones no tan apartados de nuestro país, otros colombianos no tienen la libertad para vivir.

A manera de ejemplo, terminados nuestros estudios en el Colegio Nacional Seminario en el año 1991, con mis amigos pensábamos que podríamos escoger libremente nuestro proyecto de vida en cuanto a estudiar una carrera, elegir una universidad o trabajar en lo que hubiésemos querido. La dura realidad por aquellos tiempos era que solo teníamos una única opción: obtener un muy buen resultado en el examen del ICFES para ingresar a la universidad; de lo contrario, trabajar en lo que se pudiera.
Pensemos en este momento: ¿quiénes, en edad colegial, tuvimos muchas opciones para escoger libremente nuestro proyecto de vida y desarrollar plenamente nuestro potencial? Con seguridad, muy pocos.
Un concepto importante a asimilar durante todo lo que se va a plasmar en este documento se relaciona con aquellos valores que deben inculcarse desde la edad escolar, y que nos lleva a reflexionar que estamos olvidando que hacerle daño al otro no está bien. Al hablar de otredad, nos referimos al otro, a ese grupo de personas que consideramos diferentes a nosotros. La otredad nos invita a reconocer las diferencias como algo positivo que nos puede ayudar a complementarnos, en lugar de dividirnos o polarizarnos, y a comunicarnos mejor.
Ahora bien, para referirnos a la tolerancia, analicemos la siguiente situación cotidiana. Si la falta de tolerancia en nuestros hogares, por una pequeña diferencia de opinión, nos está conduciendo hacia conflictos innecesarios y problemas de pareja, imagínense cómo algunos políticos alrededor del mundo se están aprovechando de la exacerbada intolerancia para promover ideas descabelladas que, más allá de polarizarnos, nos están fragmentando como sociedad.

Tolerar es aceptar que los otros tienen la libertad de pensar o hacer lo que consideren, siempre y cuando sus acciones no afecten a los demás. Un ejemplo de actualidad que ilustra la intolerancia es el escenario político de Ipiales, donde hay quienes aún no toleran que la Alianza del Pueblo, como nuevo movimiento social y político, haya ganado la alcaldía municipal en el pasado proceso electoral con unas mayorías que libremente reclamaban un cambio.
Un ejercicio de tolerancia para aquellos grupos políticos sería simplemente aceptar los cambios de poder y del manejo administrativo, sin poner trabas a la rueda, para que, ojalá, las nuevas propuestas políticas y los jóvenes nuevos profesionales realicen una buena labor en beneficio de todos los ciudadanos.
En el marco conceptual de la otredad y la tolerancia, se incentiva a unir, a partir de las diferencias, a esos dos sectores sociales y políticos en una causa común: el bienestar de todas y todos los ipialeños.
Ahora bien, la clave para entender la solidaridad social es que esta surge de manera desinteresada e instintiva, y que nos motiva a ayudar al otro cuando se encuentra en condiciones de necesidad o dificultad. La solidaridad social no diferencia entre clases sociales o territorios, no tiene color político, y algo muy importante es que la solidaridad social y la tolerancia van de la mano. Así que, a mayor solidaridad y tolerancia, menor polarización social. Sin embargo, observamos a diario que, por parte de los movimientos y líderes políticos en Colombia, en Nariño y en Ipiales, es donde menos se practica la solidaridad social.

La falta de solidaridad social, como muestra de un valor esencial del que adolecen los actores políticos, se observa en la actitud de los congresistas y diputados nariñenses, quienes, ante la emergencia sanitaria por la compleja situación del agua en Ipiales, han sido totalmente indiferentes. Ellas y ellos no han actuado en el marco legislativo ante el crimen ambiental perpetuado en la cuenca del río Blanco, un ecocidio que va a pasar, en poco tiempo, de afectar negativamente el medio ambiente regional al internacional. Pero, a falta de solidaridad, hoy pretenden figurar ante la ciudadanía afectada haciendo control político a la administración de turno. La pregunta que de inmediato surge es: ¿por qué no hicieron control político hace veinte, diez o cuatro años? Este ecocidio se viene perpetuando desde hace más de veinticuatro años.
Su nula gestión no es solamente en el ámbito legislativo, como les corresponde; tampoco han ayudado a conseguir recursos ni a gestionar proyectos tendientes a mitigar este problema heredado por la falta de gestión de administraciones anteriores y la ausencia total de la autoridad ambiental del departamento (CORPONARIÑO). Congresistas, diputados, autoridad ambiental, alcaldes y otros gobernantes son conscientes del problema del agua en Ipiales, ya que han estado de turno gobernando por décadas nuestro departamento. La falta de solidaridad social de los políticos no ha sido solamente con Ipiales, sino con Nariño. No obstante, la peor muestra de falta de solidaridad les corresponde a los políticos de Ipiales a cargo de la administración local. Revisados los planes de gobierno de los últimos cinco alcaldes de Ipiales, todos prometieron solucionar el problema del agua, cosa que evidentemente incumplieron. Sin embargo, de manera cínica, hoy posan de expertos en medios radiales y digitales, diciéndole a los ipialeños —a quienes defraudaron— cómo hacer las cosas que ellos no hicieron

Cabe, en este punto, realizar una clase veloz de ingeniería. Desde la antigüedad, la ingeniería hidráulica nos ha enseñado que los acueductos se diseñan y construyen a partir de dos premisas básicas: 1. Una buena fuente, esto quiere decir limpia y de buen caudal; y 2. Gravedad, para conducir el agua. Para el año 2025, Ipiales debería contar con cuatro bocatomas que produzcan por lo menos 350 l/s de agua 100 % potable.
Tristemente, solo se cuenta con una. Algunas soluciones urgentes que se plantean desde la academia llevan a proponer una nueva bocatoma aguas arriba del punto donde el río Chiquito contamina el río Blanco. ¿Por qué no pensar en usar la antigua bocatoma de Carlosama o, en un gesto de solidaridad, conducir los excedentes de agua de la nueva bocatoma de Carlosama? Una bocatoma en La Verbena podría ser otra solución; sin embargo, habría que analizar el costo de producción por el requerimiento de bombeo. Considero que, si se va a bombear agua, que se haga desde el río Guáitara. En el sector del Puente Nuevo, la calidad es mucho mejor; la pesca artesanal es muestra de que la vida en este río continúa.
Sin embargo, cualquiera que sea la solución y nos garantice más de 350 l/s de agua 100% potable de la mano de un programa de gestión integral de la cuenca del río Blanco va a costar aproximadamente ochenta mil millones de pesos.
Los ipialeños necesitamos un gesto de solidaridad social del gobierno para incluir este rubro que parece muy grande, sin embargo, qué porcentaje podría ser en un presupuesto nacional de más de quinientos billones de pesos? Apenas un 0.016% que, representado en dólares equivale solamente a veinte millones.

Ante tal situación, es necesario hacer una comparación. El gobierno nacional viene anunciando que va a comprometer vigencias futuras para comprar una flotilla de dieciséis aviones SUECOS GRIPEN, cada uno con costo de ciento veinte millones de dólares, es decir, que con el costo de un solo avión podríamos tener los recursos para seis nuevas bocatomas (1 avión gripen= 6 bocatomas).
Mi deber como un ciudadano libre que asume un liderazgo social en la región me obliga, hoy, en este escenario, junto a más de tres mil ipialeños a hacer un reclamo al gobierno nacional por su falta de solidaridad social ante esta emergencia que está afectando la salud de más de ciento veintidos mil ciudadanos colombianos, entre estos sesenta y cuatro mil mujeres y cincuenta y ocho mil hombres que habitan este municipio. Señor presidente, MENOS AVIONES SUECOS PARA COMBATIR Y MÁS BOCATOMAS PARA VIVIR ¡
Después de esta breve clase sobre valores y su efecto en la política social, está claro que, si queremos construir una mejor sociedad, nuestro reto como ciudadanos y padres de familia es empezar a aplicar y dar ejemplo a nuestros hijos sobre lo que implican la libertad, la otredad, la tolerancia y la solidaridad social.
Respondamos ahora la segunda pregunta planteada desde el inicio. Somos testigos en primera fila de como el sistema actual ha tolerado políticos poco confiables que son enemigos de los valores, figuras autoritarias adictas al poder que se han convertido en mercaderes de la democracia, quienes, desde sus clanes, familias y “empresas” políticas vienen aumentando la desconfianza en el gobierno y sus funcionarios, por supuesto, cooptando por décadas en ciclos perversos las instituciones que le pertenecen a todos los ciudadanos.

Estos mal llamados líderes políticos han despersonificado y desvirtuado la noción de la democracia. En un ejercicio perverso de transformación cultural han normalizado la idea de “una persona, un voto” a, “un voto, 50 mil o más pesos”. Con sus mal llamadas empresas están acabando con la importancia de la persona y su invaluable poder de votación para elegir un mejor futuro para las presentes y futuras generaciones.
En el mundo, en Colombia y en cualquiera de los sesenta y cuatro municipios de Nariño necesitamos más y mejores líderes. Ciudadanos dispuestos a escuchar para entender, a hacer para hablar, a ejecutar para transformar, a investigar para proponer soluciones reales. Los nuevos líderes deben estar dispuestos a tratar a los otros con dignidad y a ponerse en sus zapatos. Ese es el verdadero valor del liderazgo, que la gente sienta que alguien igual a ellos los puede representar para entender sus necesidades y sentirlas como propias.
Necesitamos líderes que nos ayuden a construir una mejor sociedad a partir de los valores de los que hemos hablado, que nos ayuden a aumentar la libertad de no pasar hambre ni miedo, de adorar a Dios, de vivir una vida saludable y segura, con libertad económica, política, en general, que nos ayuden a aumentar la libertad para vivir. Los nuevos líderes deben tener la capacidad de superar el individualismo, construir solidaridad entre clases sociales, desarrollar ejercicios políticos disruptivos e inclusivos, romper paradigmas, vencer el miedo, alejados de los populismos de derechas e izquierdas, muy alejados de una polarización que nos va a llevar un día a decir que la noche es enemiga del día, que los hombres somos enemigos de las mujeres, o, que un país vecino y hermano nos declare la guerra.

Hoy, me presento ante ustedes para decirles que soy uno de esos líderes que Nariño necesita. Con trabajo, esfuerzo y valentía, he podido romper paradigmas, mi vida es testimonio de que podemos lograrlo. Anhelo hacer del servicio público a través de la vida política una herramienta para la defensa de la vida y el desarrollo social, económico y ambiental, que se vea reflejado en un progreso y bienestar compartido.
Con su ayuda vamos a hacer realidad el sueño de ver a Nariño convertido en un departamento sólido, unificado, rico, próspero y fuerte para que no se deje afectar por las amenazas de paros o bloqueos, desligado de las ataduras y de la eterna súplica al gobierno nacional y a los congresistas por migajas.
Como nariñense me siento orgulloso por esta posibilidad de servir para defender la dignidad de mis paisanos, de mis vecinos, de ustedes mis amigos. No voy a ser un nariñense más en el congreso que llega a sentarse y a coludir por intereses personales, o los de un clan político. Quiero ser el representante que Nariño merece en el congreso, porque no se trata de estar, como están muchos, sino de llegar para hacer.
Juntos podemos trabajar para que nuestros niños tengan educación garantizada desde preescolar hasta el doctorado; por programas de salud mental para todas las edades; para que nuestros viejos vivan la vida digna que merecen; por mejorar nuestra infraestructura para la conectividad y, por investigación básica y aplicada que le permita a Nariño iniciar la transición de un departamento productor agrícola a un departamento transformador agroindustrial

Un departamento que tenga la libertad de desarrollar todo su potencial turístico y empresarial que entre otras maravillas tiene el santuario más lindo del mundo para presentarse como la frontera entre Colombia y Suramérica; una ciudad volcánica bañada por una laguna mágica que además es la puerta de entrada a la Amazonía, un puerto junto al mar Pacífico donde el susurro de las olas y la marimba de chonta se funden con las danzas, la alegría y la autenticidad de su gente.
Convirtámonos en la voz amplificadora de los micro, pequeños y medianos empresarios nariñenses, de los sectores gremiales desde donde hemos dado varias luchas para que se reconozca y valore el esfuerzo que hacen las mipymes nariñenses; hacer empresa en Colombia es difícil, pero en Nariño es prácticamente imposible. Por experiencia propia, sé que los emprendedores nariñenses deben luchar como lo hizo David contra Goliat al enfrentarse a monopolios cooptados por empresas políticas, que además de acaparar el mercado y los precios de los bienes y servicios, acaparan el mercado laboral, los profesionales y los precios de mano de obra. Dialoguemos para que Estado y el sector privado se unan para mejorar los índices de empleo, se incremente la productividad de bienes y servicios y se pueda generar más empleo digno y bien remunerado.
Es urgente una articulación entre el gobierno y el sector privado que permita armonizar los intereses entre empleadores y trabajadores.
Veo aquí muchos jóvenes, lo cual me da mucha alegría. Permítanme darles un consejo: lean un libro, eso les va a cambiar la vida, en cambio, las redes sociales los van a alejar cada vez más de la realidad, las redes sociales son un negocio que vive de la publicidad y el marketing. El scroll, esa actividad hoy muy común entre niños y jóvenes los aleja de la vida física y real que nos rodea.

Hagan redes sociales donde puedan verse, tocarse, abrazarse y besarse, donde puedan pensar cómo construir una mejor sociedad. No se dejen robar su poder político, pues, hay políticos que los quieren ver silenciosos y obedientes, o, ruidosos y rebeldes dependiendo de la conveniencia del momento. La política en sus manos podría hacernos más felices, solamente depende de que sus decisiones estén más alejadas de la información sesgada de quienes controlan el algoritmo de las redes y más cerca de un ejercicio crítico y real de la situación del mundo.
Finalmente, los invito para que reflexionemos sobre la importancia que tiene para la construcción de una mejor sociedad el hecho de realizar ejercicios políticos disruptivos, y para esto nos vamos a referir a un ejemplo real, del cual la gran mayoría de ustedes son los protagonistas. Hace dos años ustedes soñaron que era posible hacer un ejercicio político disruptivo enfrentándose a estructuras políticas de Ipiales anquilosadas en el poder desde hace veinticuatro años, ustedes, la Alianza Del Pueblo lograron con enormes mayorías que la antorcha de la democracia permanezca encendida y fueron protagonistas del inicio de la transformación social y política de Ipiales.
De igual manera, ahora, en La Alianza Por Nariño queremos construir una sociedad mejor donde los nuevos líderes sean ustedes; jóvenes, hombres y mujeres académicos, emprendedores, líderes y lideresas sociales que quieran hacer política de una forma diferente, amable y a partir de la reconstrucción de valores fundamentales para la sociedad buscando siempre la defensa de la vida y el bienestar colectivo.

Estimados amigos, lo que les he presentado resume quien soy y en que creo y hace parte esencial del proyecto social y político al que los y las invito para que de manera libre hagan parte. Nunca olviden que su voto es invaluable, su voto si transforma, su voto puede cambiar el futuro de Nariño.
La Alianza por Nariño ¡Es contigo! La alianza por Nariño se hace con todos ustedes, ¡Los invito para que se unan!
DAVID SALCEDO CASTILLO
